domingo, 21 de septiembre de 2008

TRANSGRESIONES Por Abrojo

Jamás imaginé que algo así fuera a sucederme. Y ésta es la explicación correspondiente a la oración anterior: Desde adolescente ya, digamos en mitad de séptimo grado, comencé a descubrir por mí mismo, que la vida no era tal cual mis padres me lo habían descripto. Empecé a sospechar que esa magia que representaban figuras tales como Papa Noel, los Reyes Magos, el Niño Dios, el repollo, la cigueña, el cielo; hasta el cuco o el pecado, habían sido solo -nada menos- ilusiones o meras amenazas, pergeñadas por los mayores, con el sólo objeto de introducirme dentro del sistema, mediante su represor método educativo, tal como éstas sociedades occidentales, católicas y capitalistas lo imponen. No tengo que explicar que sufrí una gran decepción.Inmediatamente, ingresando ya en el secundario, mi odio se transformo en rebeldía militante y fuí por los caminos transgrediendo todo lo impuesto por la sociedad. Del pelo largo pase a la cresta puntiaguda, escupiendo a todo aquel que se me interpusiera en mi camino.Poblé mis brazos con todo tipo de tatuajes causando desagrado y temor en todos los que me rodeaban. Llené mi cuerpo con agujeros, dentro de los que depocité toda clase de aros y piercings, autoflagelándome a mas no poder.Amaba a Bukovsky. No me perdía ningún programa de Pergolini.Cuando en el colegio logré con satisfacción, sobrepasar el tope de amonestaciones permitidas por esas entidades de educación secundaria, tras un escándalo por mí protagonizado, luego de haber arrojado en el salón, ocho bombitas de olor y por lo tanto haber sufrido la expulsión del mismo, fue que calcé una mochila en mi espalda, y cuál transumante de los caminos, los recorrí sin detenerme a pensar que idioma hablaban sus habitantes o que de que color eran sus pieles. Eso era libertad.Las mujeres eran para mí sólo un mero acto sexual. Las agarraba para la joda.Innumerables fueron las veces en que la autoridad echó sobre mi sus perros guardianes, tratando de impedir que mis blasfemias hacia el gobierno de turno se llevaran a cabo o llegaran a destino. Era un anarquista en potencia. Temíanme. Alcohol, drogas, sexo, vida al borde del abismo, velocidad sin miramientos. Cuantas veces me han visto horrorizados feligreses, ingresar a misa de ocho, borracho, al grito de Dios no existe.Pero jamás imaginé que algo así fuera a sucederme.Y fue un miercoles.Y fué un Miércoles cerca del mediodía, recién levantado, montado sobre mi DK 125, dirigíame esa mañana más veloz que un rayo, hacia el centro de la ciudad, a causar mis típicos desmanes. Era un día ideal para tales manifestaciones, ya que el sol, que detesto tanto, se expresaba con total libertad. Mis ojos irritados observaron un cercano semáforo con luz verde. Aminoré la velocidadmidiendo la distancia para agarrarlo cuando el rojo estuviera en su plenitud. Y sucedió que al mirar sobre mi hombro, al costado mío, una señora en bicicleta con un pequeño detrás, un niño en patineta, un señor a bordo de un BMW, imitaron mi loca maniobra. Se equivocaron -pensé.Seguí mi mortal viaje doblando en contramano una esquina poblada de automóviles. Y otra vez para mi sorpresa, distintos vehículos giraron como yo, como a propósito en dirección no debida, subiendo algunos, como sacados por sobre las veredas, atropellando a cuanto transeúnte se les cruzare. Juro que a esa altura comenzaba a sorprenderme la situación. ¿Que era lo que sucedía? Porque no solamente el gentío no acataba las leyes de tránsito, sino que además, al pasar en una rueda por enfrente de una escuela, descubrí como los niños apedreaban las ventanas de la misma, castigaban junto con sus madres a unas cuantas maestras, mientras que un grupo de jubilados ataban a tres o cuatro inspectores de tránsito con el objetivo serio de incinerarlos en público.Al seguir mi carrera loca por las extrañas, a esa altura, calles de una ciudad transformada, y, debo reconocerlo, tratando de huír hacia los arrabales, casi sin quererlo, ví como unos cuantos ciudadanos enfervorizados tomaban la municipalidad local al grito de: “El poder es de quien lo tome, abajo la autoridad”.Pero lo que mas llegó a transtornar mi entendimiento y mi capacidad de comprención, fue cuando ya en la ruta, ví con mis propios ojos, como éstas eran cortadas por extraños piqueteros. Ese fue el detonante. Ahí tome la decisión. ¿Como podía ser que todos actuáran desobedeciendo, rompiendo, no acatando. Si hay cosa que no soporto es no ser original. Es por eso, solamente que he tomado esta decisión. Ya no seré yo el que transgreda. Me he quitado los aros. He peinado mi pelo con gel. Me he calzado un traje de un color gris triste. Me puse en los pies, un par de zapatos negros, trabajo en una sucursal de una institución bancaria. Soy oficialista.Esta es mi última genialidad. No transgredir es mi transgresión.

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